jueves, 20 de mayo de 2010

Gracias, David.


La negación es una de las fases por las que pasa el ser humano en numerosas ocasiones. Día a día se intenta convencer que de aquello que tanto odia, aquello que tanto teme, no va a ocurrir. Sin embargo, ese mismo ser humano sabe que, si se está negando a ello, si se está autoconvenciendo, es porque va a pasar. Porque aquello que se teme, aquello que desea ser borrado de la memoria, ocurre. Ocurre y, entonces, sólo queda la pena.

Los valencianistas sabían que esto iba a ocurrir, sabían que David Villa, algún día, iba a dejar el club. Iba a dejarlo por la sencilla razón de que es uno de los mejores delanteros del mundo entero y se merece estar en un club grande, un club que le dé lo que necesita, que le llene. Día a día, estas mismas personas se negaban a ello, se negaban a dejar marchar a ese Guaje, a ese siete. Pero ese pequeño cachorro ha madurado, ha crecido, tanto futbolísticamente como personalmente y, ahora, se le ha abierto una nueva puerta. Se ha acabado el ciclo. No más goles con el Valencia, no más goles elaborados en los pies de Silva, no más goles comenzados en la portería de César, no más abrazos con Marchena, apodos con Mata. No más. El corazón de David nunca ha pertenecido al Valencia, se sabía, y nunca se ha pretendido eso. Pero el corazón de David tampoco pertenece al Barça, tampoco es blaugrana. Y hoy, cuando el valencianismo ha visto las noticias ha comprendido que, se acaba la negación... Comienza la pena.

Y siempre, pase lo que pase, ese siete, el siete de España, va a ser recordado en el club. Va a ser recordado en todos los partidos, en todos los entrenamientos. El vestuario llorará su pérdida, necesitará sus ánimos. Y, aunque nos cueste negarlo, aunque ahora mismo nos sintamos dolidos, debemos hacerlo. Debemos seguir adelante, confiar en que todo saldrá bien, en que volveremos a ser unos grandes. Eso es lo que él quiere. Y si él lo desea, nadie puede llevar la contraria a David Villa Sánchez.


[...]

Y sentado en tu regazo, sonriendo, te preguntará:

- ¿Y quién era David Villa, abuela?

- Ay, hijo... Un verdadero siete. Dio grandes alegrías al valencianismo, ¿sabes? Era asturiano, joven y luchador. Un verdadero guerrero. La verdad es que las jóvenes le perseguíamos mucho... Las jóvenes y las que no éramos tan jóvenes. Su corazón era del Sporting, pero no nos importó. Él hizo posible que no nos importara. Jugó siempre dándolo todo. Jugó en numerosas ocasiones con todo en su contra: traumatismos, esguinces, roturas... Aún así, siempre dio lo mejor de sí mismo. Cuando entraba en Mestalla se le iluminaban los ojos. Pero se marchó... Pero, ¿sabes qué?

- ¿Qué, abuela?

- Aunque nos dolió, le deseamos lo mejor. Hemos crecido gracias a él. Le seguimos queriendo.


[...]


Y cantar en cada minuto siete: Illa, Illa, Illa, Villa maravilla.