jueves, 26 de abril de 2012

Te diré lo que quiero, lo que quiero de verdad, parte I.


No sé en qué momento leerás todo esto, pero espero que entiendas todo lo que siento en estos momentos. Nervios. Tensión. Incertidumbre. Miedo no, pero sí respeto (Esto es un chiste. Ya lo entenderás). Ni siquiera puedo expresarlo. La posibilidad de poder vivir, por fin, la primera final europea. Quién sabe si conseguir verlos levantar el primer título. Ver surcar la Gabarra, no importa desde dónde. 

Diecinueve de abril de dos mil doce. Veinte horas y cinco minutos hora portuguesa. Ida de semifinal de la Europa League. Sin embargo, todo comienza un dieciocho de abril unos cientos de kilómetros más al norte de Lisboa. 

Lluvia, frío, viento. Clases, mochilas. Últimos detalles, últimos pensamientos. Es una locura. Bajar y subir, subir y bajar, sin parar. ¿Llaves? ¿Dinero? ¿Todo? Dios, no puede ser verdad. Correr, correr, correr. La estación no se va a mover, pero qué importa. Billete en mano y espera. Larga espera. Chica mojada, ya ni siquiera sabe en qué sentido, que no para de esbozar una sonrisa. De fondo, el tren al fin, ese sonido que tantas veces había oído sin escuchar. Un viaje que ahora ni siquiera recuerda. Está todo demasiado borroso. Pero todo llega y todo se acaba. Un pagafantas y un coche algo destartalado a las 18:10 en una horrible ciudad de algún lugar del mundo. Diluvio. Compras. Escaleras, escaleras, escaleras. Ahí están. Camiseta en sus  manos, camiseta sobre su cuerpo. Y no se lo puede creer. Sigue sin hacerlo. No, el ticket no era necesario. Muchas sonrisas. Su mundo encerrado en sus manos. Juguetes. Coches, espadas. Bebés. Piscinas, perros, comida. 

En marcha, gordo. La lluvia sigue cayendo. Música buena y bonita (vale, barata). Al otro lado del teléfono, incredulidad, miedo y alegría a partes iguales. Las estatuas borrosas. A veces, ni eso. Ya sabes. Primer helado del año. Brisa marina. Dos personas muy maduras que comen helado sentados en un banco, sin moverse, con servilletas sobre sus rodillas. Ya sabes. Hablan sobre filosofía, política, economía. Ni siquiera se bromea con un baño en el mar. Las personas eruditas no hacen eso. Ninguno de los dos se mancha. Luego, caminan en línea recta, sin sobresaltos, serios y correctos, unos metros. De la misma forma vuelven al coche, camino a casa. Son todo un ejemplo.

Se muere. Me muero. No está preparada. Joder, no estoy lista. Enséñame la patita por debajo de la puerta. Y un tierra trágame. Respira. Inspira. Y, tú, cabrón, no te rías. Decía su mente. La puerta de casa se abre. Señor Frodo, arroje el anillo. Pues igual. Todo va a pasar. Todo pasó. Pero entre sorda y gorda... Jo

Fútbol. Oh, disculpen, incluso los eruditos más eruditos, en ocasiones, desean reirse de la plebe. Comida rica. Las horas corren. Las horas duermen. Por qué. Nervios. Anda, mira, mamá, estoy entre dos hombres. Entre pijamas incómodos, chubascos, arañas y gente que arropa en la cama, a dormir. ¿Puedo decirlo? Estoy nerviosa.

Esta es la primera parte, pequeño. Perdón, sé que no te gusta que te llame así. Lo siento. Ya eres todo un hombre con esa cresta, esos tatuajes y esa ropa tan... yo. Necesito tiempo para pensar cómo explicarte lo que pasó a continuación. Por ahora sólo puedo decirte lo nerviosa que estoy por lo que puede suceder mañana. Por ahora sólo puedo adelantarte que... bueno, ya lo verás. Duerme bien. Mamá te quiere.

sábado, 14 de abril de 2012

Forgetting you, but not the time.


Pide un deseo y ponlo en tu corazón. Cualquier cosa que quieras. Todo lo que quieras. ¿Lo tienes? Bien. Ahora cree que se puede hacer realidad. Nunca sabes de dónde va a proceder el próximo milagro, el próximo recuerdo, la próxima sonrisa. El próximo deseo hecho realidad. Pero, si crees que está doblando la esquina y abres tu corazón y tu mente ante esa posibilidad, podrías conseguir lo que estabas deseando. El mundo está lleno de magia. Sólo tienes que creer en ella.

Empezamos por el final. Terminamos por el principio. No importa, el camino es el mismo. El laberinto de la vida, con su entrañable pared el destino, conduce por un estrecho camino. Las bifurcaciones son únicamente una ilusión. El principio espera al final. El desenlace casa con el inicio.

En mitad de la nada, una muchacha sin nombre observa y siente la lluvia caer sobre sus hombros. Parece que ha desaparecido sin dejar ningún rastro. ¿Y qué rastro va a dejar si nadie parece recordar su nombre? Ni siquiera ella lo hace. Éso en su mente. Sólo eso. Nada más. Todos los días parecen ser el día. Todos los momentos parecen ser los erróneos. Qué importa. No sabe nada. No sabe cómo es. No sabe cómo está.

Camina, volviendo la vista hacia atrás. No tiene infancia. Tampoco tiene presente. Quién sabe si habrá un futuro. Es el tema central de la serie. Es una de las preguntas del test que le hicieron. También es uno de los estudios de sus compañeros. Una palabra que parece estar en boca de todos. En boca de todos, menos en la suya. Su cerebro no consigue eliminar la enemistad con la insignificante parte del cuerpo. Ella lo intenta. Está aprendiendo a hablar. Vocabulario extenso, vocabulario necesario. Pero esa palabra es impronunciable. Y, si es inaudible, no existe. ¿No es eso lo que dicen?

Observa, mira. Piensa, calla. Ella no existe para ellos. Ellos tampoco para ella. Se engaña con palabras positivas, pero sabe que no los necesita. ¿Qué importa en lo que ella se refugie? Él no puede verla, no puede sentirla, no puede abrazarla. Ella, entre sábanas, sólo puede preguntarse qué habrá hecho con todo. Sólo puede recordarse una y una vez lo vivido. Aquel día que él emitía una sonrisa tranquilizadora salpicado de sangre mientras ella lloraba por él. Aquel comienzo y aquel final, mientras ella, una vez más, lloraba ante él. Era vulnerable. Sonrisa tranquilizadora. ¿Dónde estás ahora, eh? ¿Dónde está esa sonrisa? ¿Dónde están todas aquellas promesas?

Y esas palabras que no paran de recorrer nuestro cerebro, que incluso llegan a posarse sobre nuestra lengua, mueren con la abertura de nuestra boca, en la hiriente cama de nuestros labios.

Es la historia más vieja del mundo. Un día tienes diecisiete años y estás planeando lo que serás algún día. Y, entonces, de repente y sin que te des cuenta, algún día es hoy. Y luego algún día es ayer. Y ésta es tu vida.