domingo, 26 de junio de 2011

The beating of our hearts.


Miradas indiscretas. Las estrellas brillan, sonrientes. La luna los observa, iluminando sus rostros. Arriba, más arriba, los dioses, en silencio, intercambian miradas plagadas de sentimientos. Rodeados por cientos de miradas. Ahí, en el centro de todos. Sus brazos la rodean. Sus manos la acarician. Sus labios se separan y susurran algo que ella no alcanza a percibir. Sus ojos se buscan y encuentran. Y, mientras siguen así, ignorando todo lo que ocurre a su alrededor, ella recuerda aquella noche en la que él la acarició por primera vez. Aquella noche en la que sus manos recorrieron su cuerpo. Aún recuerda sus palabras, susurrantes. Esas palabras que ella fingió no escuchar. Pero ahí están, en el centro de todas las miradas. Ahí están, recordando viejos momentos sin hablar. Ahí están, palabras mudas. Adrenalina. Ella vuelve a sentir esa adrenalina recorriendo su cuerpo, la misma que lo hacía cuando él posó sobre su cuerpo nervioso y tembloroso su mano, mientras a cien kilómetros de velocidad sobre el asfalto hicieron algo que no debían. Esa noche podían haber muerto. Nervios. Esos nervios que intentó ocultar sin éxito en aquella llamada telefónica. Lágrimas ahogadas que desencadenaron en un millón de confesiones. "Podríamos morir en estos instantes, pero no me importaría hacerlo si estoy contigo". Recuerdos que florecen de sus ojos. Y sonríen. Sonríen, porque había pasado demasiado tiempo. Sonríen, porque de nuevo hay promesas, sin kilómetros entre ellos. Sonríen porque, a pesar de estar rodeados, ellos dos se han entendido. El olor impregnado en las ropas de ella. El corazón
bombeante en el fondo de él.

lunes, 13 de junio de 2011

No es una excusa. Sólo es un obstáculo que hay que saltar.


Entonces... entonces esa bandera amarilla. Entonces ese monoplaza rojo en la distancia. Las manos a la cabeza y los deseos de que no sea él. La cámara se aproxima y, entonces... entonces lo ves. Ese casco azul. Ese inconfundible casco azul. Y un grito. Y la negación. Y levantarte. Y acercarte a la televisión. Y abrir bien los ojos. Y cerrarlos. Y dejar que caiga esa lágrima. Después de haber aguantado esa estrategia fallida, después de haber aguantado dos horas de nada, después de... después de todo eso, lo ves ahí, indefenso, sin poder mover el monoplaza. Estaba atascado. Y lloras. Ya no importa nada. A veces, se pierde la fe. A veces, llevas tantos años buscando algo que sabes que ya no va a llegar. Ese momento ha llegado. Y ese momento no va a llegar.

miércoles, 8 de junio de 2011

Marchena lo aprueba.

Venga zorra, levanta el culo de la silla, deja de jugar a la DS, deja de ver Lost y cebarte a palmeras. Es hora de hacer ejercicio. Vale, vale, muy bien, no me chilles. Vale, estupendo, ya estoy. Así, así, suda. Pero, pero... se me enganchan los cascos, no puedo sudar en paz. Deja de quejarte y muévete, que te estás poniendo como una foca. Y nada de hamburguesas y tartas... ¡No desobedezcas!

Encima me vienes ahora con notas. Notas al móvil. ¿Qué desfachatez es ésta? Y deja de estar bipolar. Deja de odiar al mundo, que ellos te... ellos te qu... ellos te... Sí, ellos te odian, demuéstrales lo mismo.

A ver, ahora cuéntame en qué ha cambiado tu vida desde que se han acabado los exámenes. Pues... ¿puedo dormir más?


Espera, espera, ¿te he nombrado ya el fantástico verano que voy a pasar? ¿No? A ver qué te parece, escucha, escucha: Euskadi, Santander, Londres, Euskadi, naturaleza...

Estupendo, entonces necesitarás ayuda. Apunta:
"Cosas que hacer en Londres": bailar desnuda bajo la lluvia, liarse con un inglés, pintar a los residentes dormidos, cantar y bailar 'esta no es mi vieja yegua gris' delante del Big Ben, disfrazarse de Harry Potter y fingir una pelea con Voldemort... Para, hoy no estás inspirada. Arruga el folio y tíralo. A la mierda, las fiestas de Euskadi valdrán millones de veces más.