Madrugar como todos los días. Joder, ¿nadie ha pensado traer las persianas a este mundo? Bueno, provisiones de hoy: con la camiseta de Fernando Alonso me basto. Recorramos el mundo adelante para encontrar un bar donde televisen la carrera. Maldita sea, cuarenta mil paradas de metro, paseos y paseos y ni rastro. Estos ingleses son muy cultos. ¿Ni una puta tele? ¿Y ahora qué hacemos? Dios, mira que yo no me puedo perder ni una carrera... Nunca ha ocurrido. Y nunca ocurrirá. Volvamos al hostal, corriendo, pitando, cagando hostias. Que me lo pierdo, que me lo pierdo. Y entras en la sala y ahí está. Ah, joder, sí. Fuck yeah. Y varios jóvenes de nuestra edad sentados mirando el televisor. De fondo se les escucha hablar en millones de idiomas. Tele estropeada. ¡DIOS NO! "Coño, ¿sois españoles?" Nosotras también. "Somos de Hamilton" Bah. "Y sois vascas majas" Y nada, a entablar amistad. Al día siguiente, en la puerta, uno de ellos me reconoció y me guiñó un ojo. Personaje adorable. Bien, carrera vista, no sin problemas en la televisión. Paseemos pues, no vale encerrarse.
Quiero ver a Squirtle, he dicho. Mira, a ese le pondré el nombre de Myrtle. Y tropecientas fotos. Y la puta vasca corriendo ella sola detrás de las ardillas. ¿Os he hablado alguna vez de mis tres años mentales? Paradas y paradas de metro. Y como soy una cerda, me manché mucho la camiseta. Toallitas húmedas. Es la clave. Caminar. Sácame aquí con esto de fondo, que se vea que estoy en tierras enemigas paseando este amor alonsil. Un grupo de italianos te para. Algo así como: "jshdk chi Alonso pichi sifd bambino". No sé qué me has dicho, pero mucho amor para ti. Guiño, guiño.
Siguiente y penúltimo día. Hay que acabarlo ya. Candem Town. Coño, aquí murió Amy y sin saberlo. Candem Town. Candem Town. Candem... Eres mi puta ruina. Bon Jovi, The Beatles, Green Day y su fucking mother. Mucho amor. Muchísimo amor. Mucho desperdicio. Gastar. Sin pensar. Gastar. Con amor. Vayamos a Abbey Road. Ay, cuánto amor. Ahora lo entiendo todo... es el único paso de cebra en estos mundos. Y pisar donde pisaron ellos. Y pisar donde pisaron millones y millones de famosos. ¡La avalancha que mató a Mufasa! Ahora... ¡al Callejón Diagon! Póngame una varita con centro de dragón, por favor. Bien, espero. Y de mascota... un gato, gracias. Señor, no se ría, estoy sacándome fotos junto a mi amigo Ron. Otro metro. Esos nos persiguen, qué mal rollo. Castillos. Ruinas. Y de vuelta al London Bridge. Sin perder las costumbres.
Último día. Hay que aprovechar. ¿Encontraremos hoy Hyde Park? Pues sí. ¿Es esto? Bueno... pues... decepción. Mira, unos caballos. Unos caballos mezclados entre los coches. Genialoso. Cojamos el metro y vayamos al centro. Hostia, hostia, hostia. Mira ese cartel. ¡ES LLORENTE! Tres años mentales. Una foto, una sonrisa, emoción. Y qué más da que la gente se te quede mirando. ¡ES LLORENTE, SEÑORES! Ahora cojamos un bus. Sin rumbo. El primero. Pero, por favor, que tenga la publicidad de Rupert y/o Harry Potter. Eso es imposible. Bueno, pues el primer bus... Ahí, arriba del todo, alante. Amor para todos. Y ahora vamos a Covent Garden otra vez, a cambiar divisas. Volvamos, es tarde, tenemos que dormir para madrugar y coger el avión... Metro y... ¡se para! El conductor habla. Como no me hables más lento no entiendo un cojón. Dios mio, nos va a arrollar el próximo metro. Dios mio, es hora punta. Dios mio, no respiro. Dios mio, será una bomba. Dios mio, me desmayo. Dios mio... veinte minutos infernales y volvemos a andar. Suplicio. No quisiera morir el último día. No, no, no. A casa. Hacer la maleta. Prepararlo todo. Mucho amor al aeropuerto de Londres. Mucho amor a todo el mundo. ¡Mierda! He perdido mi pinza del pelo en estos mundos. Cómprame ese separa-páginas de Rupert. Mierda, que no tenemos pounds ni ná. Avión. El Dragon Khan. Y se abre la puerta. Abrazos. Y, por supuesto, unos grandes bocadillos de jamón serrano, un buen plátano y un buen croissant. Al fin y al cabo, como la comida española no hay nada.
See you soon, England.