Estómago vacío. Alcohol. Alcohol que recorre el estómago vacío. Sonrisas, bromas, gente. Primera cena. Alcohol que se adueña de todos y cada uno de los centímetros del cuerpo. Estúpida, estás conectada. Y él, sólo él al otro lado. "Estoy borracha". Y risas, risas, risas. Valor, mucho valor, demasiado. Un "quiero verte" disfrazado. Un "no quiero entenderte" real. Orgullo de una parte, sonrisa de la otra. Valor, otra vez, una vez más. Un "necesito verte" ya claro, de otra zona. Y, por fin, un "vamos a vernos". ¿Y si...? "Me sentiré mal". Pero, al fin y al cabo, promesas. Esta vez sí, promételo. "No lo prometo, lo haré". Un fin de semana. Un largo y bonito fin de semana por delante. Olvido. El alcohol comienza a ser expulsado, eliminado. Recuerdos vagos. Recuerdos que van cobrando fuerza, vigor. Recuerdos. Sonrisa. Ojos dilatados, iluminados.
Y ella relee una y otra vez el texto, intentando que no se noten sus faltas de ortografía. Sus faltas inundadas en alcohol. Sus faltas plagadas de
esperanzas.